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Jozef Mayr-Nusser, un nuevo mártir de la Acción Católica

Con profunda alegrí­a celebramos la llegada a los Altares de otro laico de Acción Católica, cuya coherencia de fe y vida, lo llevó, en medio de la Segunda Guerra Mundial, a dar su vida antes que jurarle lealtad a Adolf Hitler.

El Papa Francisco recibió en audiencia al Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, y aprobó la promulgación de los decretos que reconocen un milagro, las virtudes heroicas de seis siervos de Dios y dos causas de martirio, una de las cuales corresponde al laico italiano Jozef Mayr-Nusser, enviado al campo de concentración de Dachau por negarse a jurar lealtad a Adolfo Hitler.

Jozef Mayr-Nusser nació en Bolzano (Italia) el 27 de diciembre de 1910, en una familia de campesinos profundamente cristianos. Se casó a los 22 años y tuvo un hijo. Entre sus lecturas favoritas estaban las obras de Santo Tomás Moro, Santo Tomás de Aquino y de Frederic Ozanam, así­ como la vida de San Vicente de Paúl.

A la fuerza, fue enrolado por los alemanes en las «SS», aunque su reclutamiento contravino las convenciones internacionales, pues una fuerza de ocupación no puede enrolar en su propio ejército a los ciudadanos del Estado ocupado.

Tal incorporación forzosa obligó a Jozef a dejar a su familia, su esposa Hildegard y su hijo Albert, nacido pocos meses antes, para seguir un perí­odo de adiestramiento en Prusia al término del cual habí­a que prestar juramento según la fórmula «Juro a ti, Adolf Hitler, Fí¼hrer y canciller del Reich, fidelidad y valor; prometo solemnemente a ti y a los superiores designados por ti fidelidad hasta la muerte; que Dios me asista».

Cuando le llegó el momento de hacerlo, Jozef rechazó prestar juramento a Hitler en nombre de Dios. Su fe y su conciencia –dijo– no se lo permití­an. Era el 4 de octubre de 1944.
Sabí­a que tal opción la compartí­a Hildegard: «No serí­as mi esposa si esperaras de mí­ algo diferente», le escribió desde la prisión.

Jozef Mayr-Nusser fue trasladado a Gdansk (Danzig) y procesado. Condenado a muerte por «derrotismo», fue destinado al campo de concentración de Dachau, adonde no llegó: enfermo de disenterí­a, fue encontrado muerto en el tren que se dirigí­a al campo en la mañana del 24 de febrero de 1945. Llevaba el rosario y un Evangelio entre sus manos.´

Como dirigente de jóvenes de la Acción Católica de idioma alemán, Josef habí­a declarado y escrito públicamente que el nazismo no podí­a conciliarse con los valores de la ética cristina.
Los necesitados también estaban entre sus preocupaciones. Como presidente de la «Conferencia de San Vicente», Josef no dejaba de visitar a los más pobres y de llevarles ayuda material y espiritual.