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Lectura recomendada: “Nuestro Paí­s, Nuestra Iglesia: Nuestro Tiempo. Crónicas de un Pastor” de Mons. Casaretto

               Por “Coco” González Prandi

Cuenta Mons. Casaretto en la introducción de su de su libro, que en cierta ocasión,  estando en El Chaltén decidió escribir algo así­ como unas “memorias” con el criterio de reflejar temas del pasado que ofreciera la oportunidad de mostrar algunas luces que iluminaran el futuro.

Pero vale la pena señalar algunos presupuestos: uno de ellos ya aparece como una “bajada” del tí­tulo: “Crónicas de un Pastor”. Esto es muy importante porque su relato, será desde esa perspectiva, la de un sacerdote, que es Obispo de la Iglesia católica que peregrina en el Argentina, y que por consecuencia, el mismo, tendrá relación directa con esa “visión de fe” que le ha dado sentido a su vida,  a partir de la cual, ha podido interpretar y sigue interpretando toda su vida.

Pero además agrega que quiere presentar algo de carácter testimonial, o sea, que todo tendrá su impronta personal, reflexión hecha en el transcurso de los años, con la pretensión de mostrar luces y sombras de todo lo vivido.

Antes de comenzar el relato sobre su pródiga vida, Mons. Casaretto quiere hacer una reflexión respecto de qué Iglesia está hablando. Y es aquí­ donde muestra su amor por ella, haciendo hincapié en su condición de misterio, “respaldada por la santidad del mismo Dios, que es un Padre misericordioso”. Y agrega que entregó su vida por Jesús, por su vida y su misterio, por su inconmensurable amor a él y a la humanidad.

Y entonces comienza su recorrido. Y lo hace en primer lugar por su barrio, Caballito, donde integraba una tradicional familia de clase media. Y desde allí­, comienzan a hilvanarse recuerdos, algunos referidos a la polí­tica, como también la fuerte influencia que tuvo en su vida la Acción Católica, desde que recibió la primera comunión y hasta que ingresó en el Seminario.

Otro acontecimiento fue su ingreso al Colegio Nacional Buenos Aires; lo que significó en su vida: los grandes maestros que tuvo, su amor por la lectura, sus entrañables amigos, “la pasión por la amistad”.

La necesaria brevedad de esta cronologí­a hacen imposible un detalle pormenorizado de toda su atrayente vida, pero hay hitos que son imposibles de soslayar: su pasión por la libertad y la justicia; el momento cuando sintió el llamado de Jesús para ser sacerdote, a quien él definió como un “hombre de oración, constructor de comunión y animador de la misión”; la irrupción del Concilio, con todo lo que significó para la vida de la Iglesia.

Sus primeros años como sacerdote en San Isidro, desde 1964 hasta 1977, y en ellos su trabajo con los jóvenes, que nunca abandonarí­a. Su lucha para desarraigar la pobreza. Su dolor ante la triste y sangrienta época de los años 70’. De ella escribe: “La década del 70 fue una década de muerte. En ella se recogió lo que quedaba de ideologí­as perimidas que, sin embargo, todaví­a pudieron encender algunos fuegos, ciertamente artificiales. La muerte lleva a la muerte”.

Otro momento significativo fue su nombramiento como Obispo de Rafaela, diócesis a la que dedicó su empeño pastoral y su amor a los hombres, y consecuentemente su ingreso a la Conferencia Episcopal.

A esta altura de mi sencilla reflexión quisiera poner de manifiesto una de las riquezas de este libro que vivamente quiero recomendar. A quienes tengan el disfrute de recorrer sus 270 páginas,  permanentes referencias a hechos eclesiales, sociales y polí­ticos , de carácter nacional e internacional, lo que muestra el compromiso de Mons. Casaretto con esas realidades. Como prueba de ello, simplemente sugiero ir a la tapa del libro, para reconocer en sus fotografí­as, sus “amores”: el Colegio Buenos Aires; la catedral de San Isidro; el logo de Caritas; la casa de Gobierno – como expresión de su compromiso con el paí­s, y finalmente, las manos, en actitud  de entrega solidaria y permanente.

Retomando lo anterior, rescato todo la referido al papel de la Iglesia y su aporte a la  naciente democracia. Hago mención al documento “Iglesia y Comunidad Nacional ” de 1981, tal vez de los mejores surgidos del seno de la Conferencia Episcopal.

No se puede omitir su misión pastoral en la diócesis de San Isidro, a la que volvió cuando dejó de ser obispo de Rafaela, primero como obispo coadjutor y luego como obispo. Le entregó a esa diócesis durante casi treinta años lo mejor de su celo apostólico.

Habí­amos dicho antes de su afecto y dedicación a los jóvenes: prueba de ello son la creación de la Pastoral de la Juventud y su aporte a la Iglesia y a la democracia, el encuentro de Córdoba en 1985, y la Jornada Mundial de Juventud en 1987.

Otros ámbitos en los que le tocó actuar, haciéndolo siempre con una entrega generosa y comprometida fueron: Caritas Nacional; el Diálogo Argentino en el 2001, espacio a cuyos gestores, la sociedad argentina les debe un reconocido agradecimiento.

Mons. Jorge Casaretto es un hombre de su tiempo, inteligente, lúcido, coherente y un precursor en muchos aspectos. Esta “memoria” que nos quiso regalar es una excelente oportunidad, para que jóvenes y adultos se adentren en la realidad de nuestro paí­s y de nuestra Iglesia.

El fruto de estas páginas muestra un amplio panorama de nuestro tiempo, que es consecuencia del pasado y proyecto hacia el futuro.

Como conclusión, dejo una frase extraí­da del final de su libro: “Que Dios nos ayude a ser humildes, responsables y agradecidos para mirar la historia y poder aprender de ella”.