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Papa Fransico

El Papa y la Reforma, llamado a la reconversión

A esta altura del pontificado de Francisco, ya hemos comprendido que a nuestro querido Papa no le preocupa ser” políticamente correcto” ofreciendo para nuestra reflexión su mirada aguda que dispara no pocas polémicas.

Según quien quiera ponerse de uno u otro lado, calificará su mensaje del modo que le parezca conveniente, si hasta hace unos días atrás una famosa revista tituló que él es  “el líder de la izquierda global”[1]. Sin embargo,  para los que tenemos fe, estos análisis son visiones superadas por la lógica del Evangelio, de la que hoy Francisco es su “vocero”.

Esta vuelta, en la Sala Clementina, frente a la Curia Romana, tuvo la valentía propia de los simples, para hablar de la reforma que hacia adentro de la Iglesia, precisamente en la ella, se está llevando a cabo, con no pocas tensiones.

Hace dos años atrás ya había propuesto su mirada crítica proponiendo las enfermedades de las que se podía ser víctima, antes las cuales recordó en esta ocasión “Cuando hablé hace dos años sobre las enfermedades, uno de vosotros vino a decirme: « ¿Dónde tengo que ir, a la farmacia o a confesarme?» — «Bueno, las dos cosas», dije”

Sus palabras, una vez  pueden ser a su vez, un itinerario de revisión  personal  y comunitaria,  para quienes tienen cargas de conducción en la vida de la Iglesia y porque no, en la sociedad civil con el propósito de ir en busca de una medicina o del confesionario para reiniciar el camino del servicio que se ha asumido.

Doce principios para una renovación vital

El Papa, luego del saludo navideño, comenzó a adentrase en su propuesta y señaló “la Curia no es un aparato inmóvil, la reforma es ante todo un signo de la vivacidad de la Iglesia en camino, en peregrinación, y de la Iglesia viva y por eso porque está viva Semper reformanda, reformanda porque está viva. Es necesario repetir aquí con fuerza que la reforma no es un fin en sí misma, sino que es un proceso de crecimiento y sobre todo de conversión. La reforma no tiene una finalidad estética, como si se quisiera hacer que la Curia fuera más bonita; ni puede entenderse como una especie de lifting, de maquillaje o un cosmético para embellecer el viejo cuerpo de la Curia, y ni siquiera como una operación de cirugía plástica para quitarle las arrugas. Queridos hermanos, no son las arrugas lo que hay que temer en la Iglesia, sino las manchas.”

Prosiguió “Cabe señalar que la reforma sólo y únicamente será eficaz si se realiza con hombres «renovados» y no simplemente con hombres «nuevos» No basta sólo cambiar el personal, sino que hay que llevar a los miembros de la Curia a renovarse espiritual, personal y profesionalmente. La reforma de la Curia no se lleva a cabo de ningún modo con el cambio de las personas ―que sin duda sucede y sucederá―sino con la conversión de las personas. En realidad, no es suficiente una «formación permanente», se necesita también y, sobre todo, «una conversión y una purificación permanente». Sin un «cambio de mentalidad» el esfuerzo funcional sería inútil

Tipifico, a continuación,  las resistencias al cambio de un modo claro y concreto:

Las resistencias abiertas, que a menudo provienen de la buena voluntad y del diálogo sincero;

Las resistencias ocultas, que surgen de los corazones amedrentados o petrificados que se alimentan de las palabras vacías del gatopardismo espiritual de quien de palabra está decidido al cambio, pero desea que todo permanezca como antes;

Las resistencias maliciosas, que germinan en mentes deformadas y se producen cuando el demonio inspira malas intenciones (a menudo disfrazadas de corderos). Este último tipo de resistencia se esconde detrás de las palabras justificadoras y, en muchos casos, acusatorias, refugiándose en las tradiciones, en las apariencias, en la formalidad, en lo conocido, o en su deseo de llevar todo al terreno personal, sin distinguir entre el acto, el actor y la acción.

Para presentar, luego los doce (12)  principios que guían la reforma recordó antes que “Todo esto manifiesta que la reforma de la Curia es un proceso delicado que debe ser vivido con fidelidad a lo esencial, con un continuo discernimiento, con valentía evangélica, con sabiduría eclesial, con escucha atenta, con acciones tenaces, con silencio positivo, con firmes decisiones, con mucha oración ―con mucha oración―, con profunda humildad, con clara visión de futuro, con pasos concretos hacia adelante e incluso ―cuando sea necesario― retrocediendo, con voluntad decidida, con vibrante vitalidad, con responsable autoridad, con total obediencia; pero, en primer lugar, abandonándose a la guía segura del Espíritu Santo, confiando en su necesaria asistencia. Por esto, oración, oración, oración.”

 

1- Individualidad (Conversión persona) Vuelvo a reiterar la importancia de la conversión individual, sin la cual sería inútil cualquier cambio en las estructuras. El alma de la reforma son los hombres a los que va dirigida y la hacen posible. En efecto, la conversión personal sostiene y fortalece a la comunitaria.

2- Pastoralidad (Conversión pastoral) Recordando la imagen del pastor (cf. Ez 34,16; Jn 10,1-21) y siendo la Curia una comunidad de servicio, «nos hace bien también a nosotros, llamados a ser Pastores en la Iglesia, dejar que el rostro de Dios Buen Pastor nos ilumine, nos purifique, nos transforme y nos restituya plenamente renovados a nuestra misión. Que también en nuestros ambientes de trabajo podamos sentir, cultivar y practicar un fuerte sentido pastoral, sobre todo hacia las personas con las que nos encontramos todos los días. Que nadie se sienta ignorado o maltratado, sino que cada uno pueda experimentar, sobre todo aquí, el cuidado atento del Buen Pastor»[19]. Detrás de los papeles hay personas….

  1. Misionariedad[21](Cristocrentrismo) Es la finalidad principal de todos los servicios eclesiásticos, es decir, llevar la buena nueva a todos los confines de la tierra….sin “fidelidad de la Iglesia a la propia vocación”, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo».
  2. Racionalidad. Basado en el principio de que todos los Dicasterios son jurídicamente iguales entre sí, se veía la necesidad de una racionalización de los organismos de la Curia Romana[24], para poner de relieve que cada Dicasterio tiene sus propias competencias. Dichas competencias deben ser respetadas y, también, distribuidas de forma racional, eficaz y eficiente.
  3. Funcionalidad.  La eventual fusión de dos o más Dicasterios competentes en materias análogas o estrechamente relacionadas en un único Dicasterio sirve, por un lado, para dar al mismo Dicasterio mayor relevancia (incluso externa)…La funcionalidad requiere también la revisión continua de las funciones y de la relevancia de las competencias y de la responsabilidad del personal y, por lo tanto, la realización de traslados, incorporaciones, interrupciones e incluso promociones.
  4. Modernidad ‎(Actualización). Es la capacidad de saber leer y escuchar los «signos de los tiempos». ..Esto fue solicitado por el Concilio Vaticano II: «Los Dicasterios de la Curia Romana sean reorganizados según las necesidades de los tiempos y con una mejor adaptación a las regiones y a los ritos, sobre todo en cuanto al número, nombre, competencia, modo de proceder y coordinación de trabajos»[27].
  5. Sobriedad. En esta perspectiva es necesaria una simplificación y agilización de la Curia…todo con vistas a la indispensable sobriedad necesaria para un testimonio más correcto y auténtico.
  6. Subsidiaridad. Reorganización de competencias específicas de los distintos Dicasterios, trasladándolas, si es necesario, de un Dicasterio a otro, para lograr autonomía, coordinación y subsidiariedad en las competencias y más interrelación en el servicio..
  7. Sinodalidad.  El trabajo de la Curia tiene que ser sinodal..La sinodalidad….también debe vivirse dentro de cada Dicasterio.. se debe evitar la fragmentación que puede ser causada por varios factores, como la proliferación de sectores especializados, que pueden tender a ser autoreferenciales. La coordinación entre ellos debería ser tarea del Secretario, o del Subsecretario.
  8. Catolicidad.   Entre los colaboradores, además de sacerdotes y personas consagradas, la Curia debe reflejar la catolicidad de la Iglesia a través de la contratación de personal proveniente de todo el mundo, de diáconos permanentes y fieles laicos y laicas, cuya selección debe hacerse cuidadosamente sobre la base de una vida espiritual y moral ejemplar, y de su competencia profesional. Es oportuno proporcionar el acceso a un mayor número de fieles laicos, sobre todo en aquellos Dicasterios en los que pueden ser más competentes que los clérigos o los consagrados. De gran importancia es también la valorización del papel de la mujer y de los laicos en la vida de la Iglesia, y su integración en puestos de responsabilidad en los dicasterios, con particular atención al multiculturalismo.
  9. Profesionalidad: Es esencial que cada Dicasterio adopte una política de formación permanente del personal, para evitar el anquilosamiento y la caída en la rutina del funcionalismo. Por otra parte, es esencial archivar definitivamente la práctica del promoveatur ut amoveatur. Esto es un cáncer.
  10. Gradualidad (discernimiento)La gradualidad es el resultado del indispensable discernimiento que implica un proceso histórico, plazo de tiempo y de etapas, verificación, correcciones, pruebas, aprobaciones ad experimentum. En estos casos, por lo tanto, no se trata de indecisión sino de flexibilidad necesaria para lograr una verdadera reforma.

 

[1] Wall Street Journal