Toda vida debe tener su oportunidad

Por Diego Díaz Seoane

Médico Cardiólogo

Matrícula Nacional N° 120.727

Tengo 38 años y soy médico Cardiólogo, catequista, profesor de Biología y católico. Desde los 18 años acompaño a jóvenes y adolescentes en diferentes grupos de mi parroquia y desde hace 11 años en un colegio del barrio de Floresta. Fui médico voluntario en una comunidad terapéutica por tres años. Cada una de las actividades que desarrollé y en las que actualmente estoy involucrado me han dado la posibilidad de acompañar, entender y por sobretodo empatizar con el otro, con el prójimo. Sin empatía es imposible el diálogo, el encuentro y ayudar al que lo necesita.

Con el tiempo aprendí que para ayudar se deben dar algunas condiciones. No sólo es importante alguien que esté atento y dispuesto a brindar ayuda, por la otra parte, es importante que la otra persona, el que tiene una necesidad, la reconozca y se involucre en la solución del problema, que muchas veces no es el que aparece en primer plano sino que se deja ver después del trabajo conjunto de muchas otras dificultes previas que lo rodean y enmascaran.

Reconozco que en estos momentos estamos ante un debate existencial, de fondo, en donde está en juego vidas de tantos, que tienen un sueño, un proyecto, una vida por delante y que no merecen morir. Muchas personas mueren y pasan desapercibidas por muchos, en el anonimato de lugares clandestinos y por prácticas que realizan personas no idóneas en la materia sin contar las “prácticas caseras” de aborto. Sí, en la sociedad en la que vivimos el aborto existe. Y mujeres mueren por esa causa.

Como médico, hombre, ciudadano y católico me niego a pensar que la muerte es una solución ante un problema. Me niego a pensar que la sociedad elija matar al indefenso, al que molesta, al no esperado, al anormal, al que no tiene voz… a matar a un ser humano, a una persona que es un feto o un embrión. Por eso estoy a favor de las dos vidas, de la madre y del feto, y estoy en contra del aborto, práctica que siempre mata a uno… y a veces a dos.

¿De qué estoy a favor? De una buena educación sexual desde chico, de una educación sexual en la que se enseñe valores y que un ser humano vale, que eduque a cuidarse y cuidar al otro. Estoy a favor de educar sobre la dignidad de la persona, que no se pierde, nunca se pierde, por que todo ser humano tiene valor, haga lo haga.

¿De qué estoy en contra? De mirar desde arriba a aquellas que hayan pasado por el trauma del aborto. De aquellos que tratan como inferiores o “manchados” a los que alguna vez eligieron esa práctica. Estoy en contra de los que se consideran más de los que la hicieron. Estoy en contra de cualquier práctica de salud pública que implique matar a una persona, sea feto, embrión, joven o anciano. Toda vida vale, desde la concepción hasta la muerte natural.

¿Qué quiero? ¿Qué pido? Una sociedad en la que la muerte no sea una solución. No quiero una sociedad que busque políticas fáciles. Es tarea del Estado brindar educación, prevención y cuidado de todas las vidas de todos los ciudadanos. ¡Tantas personas buscan un hijo por tantos medios!Pido leyes que faciliten los medios para la vida y no para la muerte. Pido leyes que cuiden y preserven a las personas, no que las maten.

¿Esto es fácil? Claramente no, lleva tiempo. Pero las decisiones y aprendizajes que llevan tiempo son los que acercan grandes cosas. Las soluciones fáciles y rápidas serán llamativas, pero a la larga no conducen a lo que se quería, al contrario, llevan a caminos contrarios. ¿Existe el aborto? Sí, claro que sí, luchemos contra esos centros clandestinos y creemos políticas de salud, educación y que el Estado esté más presente.

Sé que hay muchas cosas que cambiar, no sólo leyes, sino también formas de pensar. El diálogo es la solución.  Y verdaderas políticas de salud y de educación también. Depende de nosotros, de todos, de nadie más…Pensemos en más y no en menos, pensemos en la vida y no en la muerte.

La vida es una opotunidad… toda vida es una posibilidad… aprovechémosla y dejemos que todos la aprovechen.