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Gianna Beretta Molla

Fue mensajera sencilla, pero muy significativa, del amor divino. Militante y dirigente de la AC desde joven, se casó con el Ing. Pietro Molla. Con quien tuvo 4 hijos. Su trabajo profesional, que considera como una «misión», no le impidió el dedicarse más y más a la Acción católica, intensificando su apostolado entre las jovencitas Se dedica también a sus deportes favoritos, el esquí y el alpinismo, encontrando en ellos una ocasión para expresar su alegría de vivir, recreándose ante el encanto de la creación. Formó una familia cristiana y se dedico a ella, a su profesión en el dispensario trabajando especialmente con las mamás y niños más necesitados. A ejemplo de Cristo, que “habiendo amado a los suyos (…), los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1), esta santa madre de familia se mantuvo heroicamente fiel al compromiso asumido el día de su matrimonio. El sacrificio extremo que coronó su vida a los 36 años, al no aceptar abortar ante un tumor que ponía en riesgo su vida, testimonia que sólo se realiza a sí mismo quien tiene la valentía de entregarse totalmente a Dios y a los hermanos.
 “Nos lamentamos a menudo de que Dios está lejos, mientras en verdad está muy cerca, está en cada uno de nuestros hermanos. “Ellos son otros yo”, dice nuestro Señor. “Lo que ustedes hayan hecho al más pequeño de mis hermanos, me lo habrán hecho a mi”.

Cada cristiano es otro Cristo. Nuestros hermanos son un ejército inmenso de otros tantos Cristos. Nosotros debemos amarlos en Dios y amar a Dios en ellos. Es necesario que nuestra caridad sea cubierta por una gota caliente de nuestra sangre.

Encarnarse, ¿qué quiere decir? Quiere decir hacer que la verdad sea visible en la propia persona, hacer que la verdad sea afable, ofreciendo en nosotras mismas un ejemplo atrayente y de ser posible heroico Encarnarse quiere decir hacer que la verdad se torne visible en nuestra persona, es decir manifestar mediante vuestra humanidad a Jesucristo y a la belleza de la vida vivida según el Evangelio. Debemos ser las testigos vivientes de la grandeza y de la belleza del cristianismo.

Una madre o una esposa que lleva en su corazón las siete espadas de los dolores morales, a los que agrega la cruz de una salud débil o de la miseria, en una familia numerosa, ¡esa mujer es una mártir, una santa, sin que deba sufrir otro tormento, solamente si sabe amar como puede amar.
Se dice que el trabajo es oración. Quien trabaja reza: ¿por qué? ¿De qué manera? El trabajo es oración cuando nosotros ofrecemos al Señor nuestras acciones, las que estamos por cumplir, a fin de que esas acciones sirvan para su gloria.

La intención primera de cada mañana es como la dirección que le ponemos a una carta: esa carta continuará su camino hacia Dios aún cuando nosotros no pensemos más en ella. Y si luego esta intención la repetimos a menudo durante la jornada, nuestra oración se torna aún más continua y el pensamiento suave de Dios socorriéndonos mientras trabajamos bajo su mirada, no nos abandona más.

Así con la ayuda y la bendición de Dios haremos todo lo posible para que nuestra familia sea un pequeño cenáculo donde Jesús reine por sobre todos nuestros afectos, deseos y acciones. Pietro mío, faltan pocos días y me siento ya muy conmovida al prepararme para recibir el Sacramento del Amor. Nos hacemos colaboradores de Dios en la creación, podremos así darle hijos que Lo amen y Lo sirvan. Pietro, ¿seré capaz de ser la esposa y madre que vos siempre deseaste? Quiero serlo porque vos así lo merecés y porque te quiero mucho

Jesús en la última cena dijo: «Serán reconocidos como mis discípulos por el amor recíproco que se demuestren». San Vicente de Paul decía que el cristiano sin caridad es un cristiano dibujado, no es un cristiano real. […] Por ende, queridas amigas, vayamos a la conquista de la reina de las virtudes; será un trabajo hacia adentro nuestro y alrededor nuestro; nadie debe dormirse. Y deberá ser una constante competencia que consistirá en ayuda recíproca. ¿Por qué amar al prójimo? Porque el prójimo es Jesucristo.

Por ende trabajemos siempre con generosidad, humildad, no pretendamos ver enseguida los frutos de nuestro trabajo. Lo que cuenta es trabajar, no dormirse. Salvar al mundo jamás fue una empresa fácil, ni para el hijo de Dios ni para los apóstoles.

Pensá Pietro, ¡en nuestro nido entibiado por nuestro afecto y alegrado por los bellos chiquitos que el Señor nos mandará! Es verdad, habrá también dolores, pero si nos vamos a querer siempre tanto como ahora, con la ayuda de Dios sabremos soportarlos juntos. ¿Te parece? Ahora gocemos de la alegría de amarnos porque a mí siempre me enseñaron que el secreto de la felicidad es vivir momento a momento y agradecer al Señor todo lo que Él en su bondad nos manda día a día. Por eso ¡elevemos nuestros corazones y vivamos felices!