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Coco, la fecundidad de un testimonio y la riqueza de una amistad luminosa

Por Alejandro Madero

Ex presidente del Consejo Nacional

 

Hubo fiesta en el cielo, para recibir con los brazos abiertos a uno más. Ya hace seis meses que nuestro querido Coco, Osvaldo González Prandi, pasó a seguir haciendo de las suyas y a seguir estando presente como solo él lo hacía, pero desde el cielo.

Despedir un amigo es, sin duda, una de las experiencias más movilizadoras y difíciles que nos puede tocar. Los sentimientos, los recuerdos, las anécdotas, pasan rápidamente como una película por nuestra memoria, como un desfile continuado que no termina nunca y busca retener los momentos más trascendentes vividos en común.

Y más todavía, cuando vamos descubriendo que este amigo, nuestro Coco, ha llenado tanto y de tal manera los espacios más comunes a su vida, que hoy genera un vacío muy difícil de volver a llenar.

Me surge meditar a nivel institucional y a nivel personal.

A nivel institucional, sugiero poner el corazón en sintonía de inmensa gratitud y reconocimiento, con la confianza de saber que es un sentimiento compartido.

Gratitud, como dice el salmo “por todo el bien que nos hizo”.

¿Quién puede imaginar la historia de los laicos en la Iglesia Argentina, sin la participación de Coco por años trabajando incansablemente? En el Departamento de Laicos, desde su formación allá por el año 1988, en ocasión del Congreso de Laicos, hasta prácticamente sus últimos días, asumiendo todos los roles posibles, pero siempre desde su actitud de servicio a la Iglesia de nuestro país.

Y qué decir entonces de nuestra querida Acción Católica, donde fue y sigue siendo uno de sus referentes más destacados de tantos años, asumiendo también diversos roles y cargos, a los que el Señor lo fue convocando. Imaginarse la Acción Católica sin Coco, resulta simplemente imposible, por todo lo que le ha aportado, a partir de su entrega absoluta, casi fanática diría alguno. Entrega que fue posible, gracias al acompañamiento permanente y a veces silencioso de su familia, especialmente Myrina y sus hijos, Paula y Rodrigo, y más adelante sus queridos nietos.

La presencia numerosa de tantos dirigentes, de todas las épocas, grandes y chicos, como la cantidad de mensajes y saludos de tantos obispos, testigos de lo que brevemente describo, es una simple muestra de lo que Coco sembró, y ese el modo de agradecerle. Gracias Coco de nuevo!!!

La huella de Coco ha quedado para siempre marcada en la senda de los grandes!!

En un plano más personal, además de compartir una inmensa gratitud, siento una profunda alegría, que ha contribuido a disipar la tristeza inicial que sentí cuando me avisaron de su partida a la Casa del Padre. “Qué alegría cuando me dijeron, que ibas a la casa del Señor…..”

Siento alegría porque ya llegaste. Porque ya cumpliste con creces lo que el Señor tenía pensado para vos. Estoy seguro que ya debes estar disfrutando, y eso me pone alegre.

Siento gratitud por haber tenido la oportunidad de compartir y disfrutar de tu maravillosa amistad.

Siempre me he hecho la pregunta sobre si era posible heredar una amistad.

En realidad, me preguntaba esto, porque con Coco nos conocimos hace mucho tiempo, diría más de 40 años, yo decía que él me conoció a mí, y seguramente haya registrado esos momentos mejor que yo, porque eran muy amigos con mi padre, compañeros de aventuras de la Acción Católica, de la que mi conocimiento era muy incipiente.

Pero el Señor se ocupó para que la vida nos junte nuevamente, y compartir muchos y maravillosos años en la conducción nacional. Él estaba cuando llegué a la sede y siguió estando al dejar yo la conducción nacional. Fueron muchos años en los que de a poco, se fue tejiendo una linda amistad, sustentada en la admiración, el respeto, la aceptación que yo sentía por Coco, y en sus permanentes y cuidadosos consejos y opiniones.

Cualquier momento era propicio para compartir y conversar. Pero confieso que uno de los momentos que esperaba con más ansiedad, era la vuelta en auto hasta su casa desde la sede, después de cada reunión, para poder repasar y comentar lo conversado, lo acordado, imaginarse las siguientes puntadas, en fin, tratar de arreglar la realidad, si podíamos, de la Iglesia y de la Acción Católica. Y así pasaban los temas, los obispos, los dirigentes, las Áreas, el Deplai, San Lorenzo, el polo, por mencionar los más recurrentes. Decíamos que no nos daba para arreglar el mundo, porque ya teníamos demasiado con lo que nos tocaba en el país.

Y así fue que poco a poco, la amistad heredada, se fue convirtiendo en amistad propia, cada vez más luminosa, por la luz que Coco le aportaba.

Lamento mucho que no hayamos podido despedirnos como me hubiera gustado hacerlo.

Te imagino ya de encuentro en encuentro, rodeado de todos aquellos que nos han precedido. Te toca ahora seguir acompañándonos desde el cielo, intercediendo por tu familia, por nosotros, por la Acción Católica, por la Iglesia. Hasta siempre en el altar!!