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Jesús y los pobres

“Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos” (Mt 5,3)

Esta es la primera bienaventuranza con la cual el Señor Jesús comienza su Sermón de la Montaña, en la cual va a ir describiendo quienes son los herederos de su Reino.

La pobreza siempre la hemos entendido desde lo material o desde lo espiritual, pero creo que ésto va a nuestro corazón, al corazón desprendido que uno tiene ante las cosas espirituales o materiales que poseemos o si queremos decir, que hemos recibido de nuestro Señor. San Pablo nos dice:” ¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?” (1 Cor 4,7).

Todo los hemos recibido del Señor y en Él nos desprendemos, ya que Él fue el primer pobre, desprendiéndose de su divinidad para nacer como un hombre cualquiera y experimentar en todo igual que nosotros menos en el pecado (Cf. Hbr 4, 15).

Cuando uno empieza a ser desprendido, esto es pedirle al Señor que ordene en mí corazón el amor, es cuando el Señor pasa a ser el centro de mi vida y así mi corazón se empieza a desprender de lo que soy y tengo para solo ser en el Señor.

La pobreza por lo tanto no va en lo mucho o poco que tengo sino en mi corazón desprendido. Y este corazón desprendido es lo que me hace dolerme con el necesitado y me ayuda ver la necesidad del hermano.

Y así cuando el Señor nos pregunte como a Caín “¿dónde está tu hermano?”, no responderemos como él “no lo sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?” (Cf. Gn 4,9) porque habremos encontrado al necesitado y como ese samaritano que se hizo cargo de ese hombre herido y abandonado en el camino, olvidándose de sus cosas y del apuro de hacer ya lo que tenía que hacer por deber, también nosotros abandonado completamente de nuestros egoísmos lo atenderemos y nos haremos uno con él como lo hizo este samaritano. Y como lo hace el Señor todos los días con nuestras pobrezas.

Por eso cuando hablamos de pobres debemos hablarlo desde nuestro corazón lleno de Dios que nos hace mirar a Jesús en el necesitado. Y que ese pobre nos hace ver a Jesús que está en él.

Como nos dice el Papa Francisco en su mensaje en la I Jornada Mundial de los Pobres: “No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia. Estas experiencias, aunque son válidas y útiles para sensibilizarnos acerca de las necesidades de muchos hermanos y de las injusticias que a menudo las provocan, deberían introducirnos a un verdadero encuentro con los pobres y dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida. En efecto, la oración, el camino del discipulado y la conversión encuentran en la caridad, que se transforma en compartir, la prueba de su autenticidad evangélica. Y esta forma de vida produce alegría y serenidad espiritual, porque se toca con la mano la carne de Cristo. Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres, como confirmación de la comunión sacramental recibida en la Eucaristía. El Cuerpo de Cristo, partido en la sagrada liturgia, se deja encontrar por la caridad compartida en los rostros y en las personas de los hermanos y hermanas más débiles”.

 

Padre Daniel Meneses

Asesor de la Comisión Nacional de Aspirantes