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“Si ves en el otro a tu hermano, nadie puede quedar excluido”

Por Mons. Oscar Ojea

Obispo de San Isidro y Presidente de Cáritas 

La Colecta Anual de Cáritas tuvo como lema “Si vemos en el otro a tu hermano, nadie puede quedar excluido”, una frase tomada del discurso del Papa Francisco a los representantes de la sociedad civil en Ecuador. Vale la pena retomar el contexto. Francisco hablaba de la metáfora de la familia, para referirse a las relaciones sociales y decía: “De la fraternidad vivida en la familia, nace la solidaridad en la sociedad, que no consiste únicamente en dar al necesitado, sino en ser responsables los unos de los otros. Si vemos en el otro a tu hermano, nadie puede quedar excluido, nadie puede quedar apartado”.

Vale la pena que meditemos en esta idea que no debe tomarse a la ligera. Tal vez, de tanto repetir que “todos los hombres somos hermanos” no le tomamos el peso al significado de las palabras.

Ser familia es algo muy fuerte. Y la fraternidad es algo bastante “visceral”. Las peleas entre hermanos suelen ser especialmente fuertes, porque pelearse con alguien que es de tu sangre es una contradicción muy grande. Hasta al hermano más enojado le duele estar peleado con aquel que es su par, que es uno como él, como ella, tan semejante que hasta se parece físicamente (en general nos parecemos a nuestros hermanos). Suele suceder que aún estando enemistados, quien se anime a atacar a un hermano o a una hermana, tendrá que lidiar con nuestra furia…

Como dice el Papa, lo que le pasa a tu hermano, te pasa a vos y desde niños nos hacemos responsables de los hermanos, en especial de los hermanos menores o de los que tienen alguna dificultad porque son más vulnerables. Cuando tenemos hermanos, aprendemos a movernos como un “nosotros”. Es lindo ver cómo los chicos cuidan a sus hermanitos más pequeños, incluso saben si tienen frío o sed y descifran frases que los chiquitos dicen en su “media lengua”… Hay un saber lo que el otro piensa y quiere, lo que necesita.

Esto que es tan ancestral y básico, que cualquier niño lo hace naturalmente, pero a los adultos muchas veces nos resulta difícil vivirlo con nuestros hermanos y hermanas biológicos y se nos vuelve artificial llevarlo a la convivencia social. Pero miren: ésto es básico en el mensaje de Jesús. No una vez ni dos, sino muchas veces, Jesús nos enseña que Dios es nuestro Padre y que todos somos hermanos: “Ustedes, oren así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…” (Mt 6,9); “Cuanto hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hicieron”. (Mt 25,40); “Así alumbre su luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5,16); “Si ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden? (Mt 7,11); “Porque uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos” (Mt 23,9) y siguen las citas…

Entonces, que todos los hombres y mujeres del mundo somos hermanos, hermanas, hijos e hijas de un mismo Padre, no es una metáfora, una figura o una manera de decir. Para los creyentes es una verdad revelada y frente a la Palabra de Dios, debemos responder con la fe. Es la fe la que nos dice que somos hermanos y que Dios es nuestro Padre. ¿Creemos esto? ¿o para hacerlo más “llevadero” y menos comprometido somos nosotros los que lo transformamos en una linda metáfora? Porque yo no dejaría a mi hermano, con quien compartimos padres y casa, pasando necesidad o durmiendo afuera, sin educación o sin remedios para su enfermedad. Esto es lo que el lema de 2017 nos dice. ¡Ojalá podamos comenzar a vivirlo! Si empezamos, la sociedad será más justa y todos viviremos más felices. Estoy seguro.