“Hagan visible el amor de Dios y la solidaridad fraterna con los que más sufren”
A poco de haber asumido la presidencia de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, accedió generosamente a responder vía mail un breve cuestionario preparado por el equipo del Newsletter de ACA.
El obispo de San Isidro nos brinda de manera clara y concisa cuál es el norte que debemos seguir como Pueblo de Dios y como laicos de la Acción Católica Argentina.
Incluso, antes de los violentos sucesos que se vivieron en Buenos Aires, previos al debate de la Reforma Previsional, ya convertida en ley, nuestro pastor recalcaba como desafíos urgentes a atender la necesidad de “animar el diálogo entre los argentinos”, buscar consensos y comenzar a cerrar la denominada “grieta” que divide a los argentinos.
En Salida: ¿Hacia dónde caminamos como Iglesia en la Argentina?
Mons. Ojea: Como Iglesia en Argentina, queremos acompañar el Magisterio del Papa Francisco, ser una Iglesia en salida, cercana a los más pobres. El Papa tiene una linda imagen referida a esto cuando afirma en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, que prefiere una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades.
Acompañar de cerca las diversas realidades del pueblo argentino; sus dolores, anhelos, búsquedas; viviendo como Iglesia, la intensa experiencia de ser pueblo de Dios.
ES: ¿Qué desafíos se plantea el Episcopado en ese camino?
MO: Los desafíos que se le plantean al episcopado son grandes: querer ser una Iglesia en salida nos desinstala, nos hace entrar en contacto con las realidades más complejas; pero como dice Francisco, la vida se nos complica maravillosamente (EG 270). Como pastores, saber que a veces iremos delante del rebaño, otras veces en medio, y otras detrás de las ovejas confiando en su olfato.
Tenemos también el enorme desafío de animar al diálogo entre los argentinos, convocar a la búsqueda de consensos y a cerrar la llamada grieta entre los argentinos, que para los cristianos es una herida porque duele muy profundamente.
ES: ¿Cuál es el papel de los laicos en una “Iglesia misterio de comunión misionera”?
MO: El papel de los laicos en una Iglesia de comunión misionera es doble, como lo dice la definición: construir la comunión, buscar lo que nos une, cerrar heridas, convocar al diálogo, ayudar en todos los ambientes a reconocernos como hermanos, a respetar nuestras diferencias sin agresiones y violencia. Y misionera, es decir, ser levadura en la masa, meterse de lleno en la realidad, ser fermento de transformación, especialmente en los ámbitos más difíciles, laicos creativos y audaces.
ES: La AC quiere vivir a fondo su esencia misionera, desde la corresponsabilidad laical en la vida de la Iglesia y de la sociedad.., en su mirada de pastor y de presidente de la CEA, ¿qué nos pide hoy y aquí frente al camino a recorrer?
MO: Les pido que se animen a este gran desafío de ser una Iglesia en salida, laicos misioneros, en el mundo del trabajo, de la educación, de la política. Ser misioneros insertos en la sociedad, que hagan visible el amor de Dios y la solidaridad fraterna con los que más sufren. Y tender puentes, protagonistas de la cultura del encuentro.
Ordenado obispo por el Card. Bergoglio
Monseñor Oscar Ojea nació en Buenos Aires el 15 de octubre de 1946; ordenado sacerdote el 25 de noviembre de 1972; elegido obispo titular de Suelli y auxiliar de Buenos Aires el 24 de mayo de 2006 por Benedicto XVI; ordenado obispo el 2 de septiembre de 2006 por el cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires.
Fue trasladado como obispo coadjutor de San Isidro el 7 de octubre de 2009 por Benedicto XVI; inició su ministerio pastoral como tercer obispo de San Isidro por sucesión el 30 de diciembre de 2011. Es Bachiller en Teología (Pontificia Universidad Católica Argentina). Lema episcopal: «Spe gaudentes» (Alégrense en la esperanza).
El 7 de noviembre de 2017 fue elegido por sus pares como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina para los próximos tres años, en reemplazo del arzobispo de Santa Fe, monseñor José María Arancedo.