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EN PRIMERA PERSONA | Un peregrino argentino en la visita de Francisco a Chile

 

Por Juano Torreiro
Profesor en Ciencias Sagradas
Acción Católica de Avellaneda Lanus

De este lado de la Cordillera, una y otra vez se resaltó la poca expectativa que parecía despertar el viaje del Santo Padre a Chile y las crónicas se centraron en las cifras de los actos y en la dolorosa polémica de los casos de abusos, de la que el Obispo de Osorno fue blanco perfecto. En cambio, de la visita a Perú y su fervorosa recepción casi ni se habló, tal vez porque cuando no hay polémica, no hay modo de tapar un mensaje que interpela y que cuestiona. Francisco pasó por Latinoamérica e imprimió en cada gesto y en cada discurso una dirección. Va aquí el testimonio en primera persona de un peregrino argentino en Chile.

Francisco llegó a Chile en un momento difícil para la Iglesia Católica de ese país; cuestionada y desprestigiada por los casos de pedofilia ocurridos hace tiempo atrás. Además, sumado al conflicto que tiene el Estado chileno con los mapuches en la zona de Temuco y todo el sur del país. En ese contexto llegó Francisco, quien no escapa de los desafíos.

El pueblo se mantuvo expectante ante su llegada. En general, los católicos comprometidos estaban con el entusiasmo característico de recibir a su Santidad en su patria, pero había un descontento generalizado por el enojo con la Iglesia y no con él específicamente. Llega Francisco a Chile y antes de ir a la Nunciatura donde fue hospedado, paró a rezar en la parroquia San Luis Beltrán frente a la Tumba de Monseñor Enrique Alvear Urrutia, denominado “El Obispo de los Pobres” ya que tenía un amor preferencial por los pobres: los obreros, los campesinos, los pobladores, los cesantes, las víctimas de las violaciones de los derechos humanos en plena dictadura militar, sin descuidar la atención y la visita a las personas, cualquiera fuera su condición social. Este gesto fue una demostración de coherencia sobre la Iglesia que él viene planteando desde el comienzo de su pontificado en 2013; y también demostrando qué Iglesia quiere en Chile y en Latinoamérica.

El martes visitó la Casa de la Moneda, la sede gubernamental del país, y allí tuvo su encuentro con las autoridades políticas. Se encontraban ex-presidentes y la presidenta actual Michelle Bachelet. Sus primeras palabras fueron de alegría por visitar una vez más la Patria Grande Latinoamericana. Luego se dirigió al país y a la dirigencia política como siempre lo hizo y hace en cada país, citando a Evangelii Gaudium y Laudato Si; hablando de ponerse al servicio del bien común y de una economía con rostro humano y no al servicio del mercado. Resaltó lo ordenado y el crecimiento de un país que dijo conocer bien, ya que vivió un tiempo como sacerdote jesuita. Un momento especial fue cuando en ese discurso pidió perdón en nombre de la Iglesia por los abusos cometidos por consagrados a niños y jóvenes, un gesto que despertó aplausos y alegría, ya que era algo que todos estaban expectantes por si lo decía o no.

Luego se dirigió a la misa central en Santiago de Chile a la que asistieron 500.000 personas, la misma se realizó en el parque O´Higgins. Bella celebración popular como a Francisco le gusta, pero con mucha organización (de parte del episcopado chileno y las autoridades de seguridad) que a veces eso lleva que excluya a gente que quería ir y no contaba con el pase o entrada (gratuita) que se solicitaba vía internet días previos. Todos los eventos masivos se hacían con esa modalidad, quizás eso hizo que en algunos eventos haya poca gente.

Desde ese momento pudo verse que Francisco trajo un mensaje fundamental a esta tierra en cada discurso y en cada gesto.  Un mensaje es para los católicos, ya sean los consagrados o los laicos; y el otro mensaje fue para el pueblo chileno en general. Todo el tiempo hablaba para el interior de la Iglesia y a la vez para rol en el Pueblo, en la sociedad.

El mensaje a la Iglesia Católica es primero de reconciliación con los que están doloridos por las “llagas” que se han hecho sobre los que han sufrido abusos y a la vez sobre reconciliar lazos en la sociedad chilena especialmente con los Mapuches: “¡Cuánto conoce el corazón chileno de reconstrucciones y de volver a empezar; cuánto conocen ustedes de levantarse después de tantos derrumbes! ¡A ese corazón apela Jesús; para ese corazón son las bienaventuranzas!”

Después tuvo un mensaje duro y profundo para los obispos y sacerdotes que les dejó en claro cómo deben ser en la Iglesia y con los laicos: “La misión cristiana es de toda la Iglesia y no del cura o del obispo, limita nuestro horizonte, y lo que es peor, coarta todas las iniciativas que el Espíritu puede estar impulsando en medio nuestro. Digámoslo claro, los laicos no son nuestros peones, ni nuestros empleados. No tienen que repetir como «loros» lo que decimos. El clericalismo se olvida de que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios y no sólo a unos pocos elegidos e iluminados”.

Que hermoso mensaje para que tengamos una Iglesia Pueblo, Familia de Dios, donde cada uno aporta desde su lugar para la construcción del Reino donde los únicos privilegiados sean los pobres. Ya que el verdadero poder es el servicio como tantas veces el papa nos dice.

El miércoles viajó a Temuco, lugar “caliente” por el conflicto con los Mapuches. Y aquí se resaltó el mensaje al pueblo chileno que en cada lugar dijo, pero se subrayó mas aquí: Construir LA PAZ. Todo el tiempo cuando le habló a la sociedad chilena se centró en la Paz y para ello es necesario reconocerse en la diversidad para reconstruir la unidad de la Patria: “La unidad no es un simulacro ni de integración forzada ni de marginación armonizadora. La riqueza de una tierra nace precisamente de que cada parte se anime a compartir su sabiduría con los demás. No es ni será una uniformidad asfixiante que nace normalmente del predominio y la fuerza del más fuerte, ni tampoco una separación que no reconozca la bondad de los demás. La unidad pedida y ofrecida por Jesús reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra. La unidad es una diversidad reconciliada porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias. Necesitamos de la riqueza que cada pueblo tenga para aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores o inferiores”.

Le pidió a todos ser Artesanos de la Paz. Claramente un mensaje para superar el conflicto de los mapuches. Igualmente, el Papa desde el primer momento habló de respetar los derechos de los pueblos originarios. Pero este encuentro es con dialogo y en paz para llegar a un acuerdo. Sin violencia de ninguno de los dos lados.

Luego volvió a Santiago donde tuvo su encuentro tradicional con los jóvenes, como lo hace en cada país que visita. Esta vez, cabe aclarar, que su mensaje fue “moderno” o “aggiornado” al vocabulario y las costumbres de la juventud. Utilizó modismos que usan los jóvenes para darle su mensaje: “Un joven me confesó sentirse de mal humor cuando se le acaba la batería del celular o pierde la señal de internet porque se queda fuera del mundo. En la fe nos puede pasar lo mismo, comienza a bajar nuestro ancho de banda y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería, y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza y todo lo empezamos a ver mal.

Hoy la Santa Madre Iglesia hoy necesita de ustedes: que nos interpelen. Después prepárense para la respuesta, pero necesitamos que nos interpelen, la Iglesia necesita que ustedes saquen el carné de mayores de edad, espiritualmente mayores, y tengan el coraje de decirnos, esto me gusta, este camino me parece que es el que hay que hacer’, ‘esto no va’, ‘esto no es un puente, es una muralla. Que nos digan lo que sienten y lo que piensan.”

Un hermoso mensaje del santo Padre a los 40.000 jóvenes que estuvieron su encuentro con él en el santuario de la Virgen del Carmen, en Maipú, en las afueras de Santiago. Un mensaje fantástico donde les recordó a los jóvenes una hermosa frase del santo chileno Alberto Hurtado para que la recuerden como si fuera una contraseña de internet: “¿Qué haría Jesús en mi lugar?”. Ante cada situación de la vida cotidiana y en todos los ambientes poder preguntarse esto ante cada decisión que tomamos.

Luego el papa para finalizar fue al norte de Chile a la ciudad de Iquique, donde su mensaje fue directo a hablar de otras de sus preocupaciones: Los inmigrantes. En este sentido dijo: “Es tierra de sueños, pero busquemos que también siga siendo tierra de hospitalidad. Hospitalidad festiva, porque sabemos bien que no hay alegría cristiana cuando se cierran puertas; no hay alegría cristiana cuando se les hace sentir a los demás que sobran o que entre nosotros no tienen lugar. Estemos atentos a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos migrantes porque no conocen el idioma o no tienen sus papeles en ‘regla’. Estemos atentos a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias. Y como María digamos: ‘No tienen vino Señor, como María, a estar atentos en nuestras plazas y poblados, y reconocer aquellos que tienen la vida ‘aguada’, que han perdido – o les han robado- las razones para celebrar o están tristes de corazón. Hay que aprender y a dejarnos impregnar por los valores, la sabiduría y la fe que los inmigrantes traen consigo. Sin cerrarnos a esas ‘tinajas’ llenas de sabiduría e historia que traen quienes siguen arribando a estas tierras”, y sostuvo: “No nos privemos de todo lo bueno que tienen para aportar”.  

Otra vez Francisco deja en claro la hospitalidad que hay que tener con los inmigrantes que necesitan un lugar para poder desarrollarse como personas buscando un futuro próspero.

Allí finalizó su viaje a que Chile, pero dejo varios mensajes para reflexionar y ponerse a trabajar. Especialmente al pueblo chileno pero también a todos.

Primero, poder ser artesanos de la Paz, ser puente de encuentro y diálogo para que en la diversidad podamos superar conflictos para llegar a la unidad. También poder ser una iglesia que deje de “clericalizar” a los laicos y que todos tienen la misma misión y responsabilidad en la evangelización y construcción del Reino. Que la Iglesia es Pueblo y no tiene “jefes” o “dueños” que manejan “peones”,  sino pastores con olor a oveja y comunidades que busquen ser protagonistas de la historia. Jóvenes que cuestionen lo que ellos ven que está mal en la Iglesia, y que en Jesús encuentren la “señal” que les dé sentido a su vida. Defendió la dignidad y respeto a los pueblos originarios de América Latina y que los conflictos deben resolverse con dialogo sin violencia.

Respetar a los inmigrantes, visitar a los presos para llevarles perdón y consuelo como lo hizo el en un una cárcel de mujeres. No callar ni tapar las atrocidades que pueden cometer los consagrados de nuestra Iglesia buscando la verdad. Pedir perdón y asistir a sus familias de las víctimas, cosa que hizo el Papa, que las recibió en privado. En el avión de vuelta el Papa casó a una pareja en el avión, ya que su boda se había pospuesto a causa de un terremoto. Mostrando una vez más que el amor supera todo.

Lo único polémico que quedo en interrogante en este viaje fue la actitud del Papa con el Obispo Barros de Osorno, que es acusado de ser testigo y omitir muchos abusos a jóvenes de parte de sacerdotes. El Papa acusó de no tener pruebas para acusarlo. Pero luego del viaje mando al país trasandino una comisión investigadora sobre el tema. Mostrando  y una vez más que va a ser duro en estos temas que muchas veces se escondían o tapaban, haciéndole un gran daño para la Iglesia.

Personalmente, este fue mi tercer viaje con Francisco por Latinoamérica y la verdad que cada uno de ellos me sigue estimulando y motivando para ser protagonista, para ser el Laico que esta Iglesia merece con ese gran Papa Francisco, para mí el más popular de la historia, el de los gestos, el que esta con los más necesitados siendo la voz de los que no tienen voz.

Me pregunto: ¿Qué nos pasa a la Iglesia en general que no se pone a la altura de lo que hace y pide Francisco? Yo la noto en general muy cómoda, porque claro lo que pide Francisco es salir de lo que “siempre se hizo así”, porque le da más lugar de protagonismo al laico. Porque le pide a la Iglesia que sea más pobre y algunos están cómodos en una vida de buen pasar sin cuestionarse si viven en una actitud de pobreza, si luchan por la igualdad y la dignidad de los pobres en el día a día.

Me pregunto: ¿Por qué todavía no empezamos a hacer lío? ¿Hay que esperar que el Papa venga a nuestro país para que los católicos despertemos? Creo que hay que empezar hoy a ser protagonistas de la historia, de empezar a hacer lio, de ser puente de diálogo, de luchar y pedir por Tierra, Techo y Trabajo para todos. De no callarse ante los atropellos y las injusticias. De luchar contra la corrupción, la falta de democracia, de respeto de los Derechos Humanos. De pedir por más trabajo digno para todos y que deje de haber despidos en lo público como en lo privado. En definitiva, que haya una economía con rostro humano y no capitalismo deshumano que Francisco dijo que está viviendo Sudamérica. Este viaje como todos los que hace Francisco deja qué pensar y nos llama a ponernos en acción…. el tiempo es ahora vayamos en salida por las calles a empezar el LÍO que nos pide Francisco con la fuerza de Aquel que nos amó primero. Somos Misión con todos y para todos.