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Editorial | Con renovado espíritu de confianza

Transitando un nuevo año, queremos poner en las manos del Señor nuestros mejores esfuerzos para que él los haga fructificar.

Estamos apreciando y acompañando actividades en todo el país, campamentos, encuentros de verano, misiones, encuentros de Consejos, de dirigentes diocesanos, parroquiales, actividades recreativas de jóvenes y niños, preparación de Asambleas diocesanas y parroquiales…  expresiones de vida a la que nos invita nuestro camino de fe y misión en la AC, como camino de solidaridad, de comunión misionera que no se detiene sino que sale al encuentro de las realidades y necesidades de las personas, de las comunidades, del barrio y de la sociedad para acompañarlas desde la alegría y la luz del Evangelio, que es la buena noticia de Jesús para todo el hombre y todos los hombres.

Son muchas las alegrías que vivimos día a día y también son muchos los dolores que se sufren, … a veces el desconcierto, la frustración de buenas iniciativas, la confianza defraudada o los anti testimonios nos ponen a prueba en la fidelidad y la perseverancia. La falta de trabajo y de trabajo digno, la inequidad económica, el secularismo ideológico, la justicia largamente esperada, la cosificación de las personas y las nuevas esclavitudes con todos sus rostros y gritos de dolor nos golpean y lastiman.

Los tiempos difíciles de la Iglesia y de la sociedad requieren un renovado espíritu de confianza para ponernos enteramente en las manos amorosas de un Dios que no se olvida de sus hijas y de sus hijos. En su “Meditación para tiempos difíciles”, el cardenal Pironio nos hablaba de la alegría de la cruz, de la necesidad de ser fieles y confiados a la “Palabra”, testigos de Esperanza, …

“Los tiempos difíciles exigen hombres fuertes; es decir, que vivan en la firmeza y perseverancia de la esperanza. Para ello, hacen falta hombres pobres y contemplativos, totalmente desposeídos de la seguridad personal para confiar solamente en Dios, con una gran capacidad para descubrir cotidianamente el paso del Señor en la historia y para entregarse con alegría al servicio de los hombres en la constitución de un mundo más fraterno y cristiano.

Es decir, hacen falta hombres nuevos, capaces de saborear la cruz y contagiar el gozo de la resurrección, capaces de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos, capaces de experimentar la cercanía de Jesús y de contagiar al mundo la esperanza.”

El Papa Francisco nos está dando un testimonio ejemplar para mirar la realidad eclesial de frente con todas sus riquezas y todas sus miserias y a partir de un reconocimiento veraz y profundo, emprender el camino de la conversión personal, transitando juntos una necesaria conversión pastoral y comunitaria. También nos propone una mirada crítica y propositiva sobre el orden social herido por la cultura del descarte, del consumismo y de la muerte, para impulsar decididamente un nuevo modelo de desarrollo humano integral que celebre con la vida la dignidad de los hijos de Dios.

En esta Cuaresma que comenzamos a vivir, dispongamos nuestros corazones, nuestras inteligencias y voluntades con humildad pidiendo al Señor su Espíritu, su fortaleza y alegría para vivir profundamente su Evangelio y confiados abramos nuestras manos al servicio fraterno y solidario junto a tantos varones y mujeres de buena voluntad con los que compartimos el camino de la fe y de la vida.

María, Nuestra Señora de la Esperanza, con amor filial nos ponemos en tus manos y nos confiamos a tu protección maternal.