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Osvaldo “Coco” González Prandi

Osvaldo- Coco- González Prandi se nos fue el 3 de enero de 2017. Se fue como vivió despacito y sin grandes estridencias, luego de varios días de silenciosa enfermedad, que le siguió a un día común que terminó en la Sede Nacional, su casa laboral, su segundo hogar.

Myrina, su esposa nos avisó de que lo habían internado y todos creímos que Coco, iba a regresar de estos días, en que tal vez un poco cansado, había tenido que hacer un paréntesis a su entrega diaria y generosa que, a los 79 años, aún lo hacían ir y venir a la sede de la Acción Católica.

Coco, era algo así como un “pater familia”, un “prohombre” de la casa, sencillo, alegre, lucido, creativo, esperanzado y tenaz. Nunca habló mal de nadie y a pesar de que lo contradecían un sinfín de situaciones siempre le buscaba la vuelta para mirar el vaso medio lleno.

Sus tangos tarareados alegraban la tarde de trabajo y fue siempre el referente para todos los que trabajamos allí. Sabiduría propia siempre dispuesta a nuevas síntesis y búsquedas por comprender a la Iglesia que amó y sirvió hasta el final. Anécdotas de todas las horas convertían cada conversación en un paseo sin igual por los últimos 50 años de la Acción Católica.

Coco conocía a todos y todos lo conocían a él. Laicos, obispos, sacerdotes, todos. Nunca se la creyó y por eso y por muchas otras cosas, todos en la Acción Católica del nivel nacional, sabemos que compartimos la vida con un santo, con un amigo leal, con un hombre de Dios que en la familia encontró su vocación y en la Acción Católica su misión

Algunos amigos de su época, lo retrataban así unos cuantos años atrás.
Que difícil es retratar con palabras a un ser humano, especialmente si es un amigo, y el retratista se siente también verdaderamente amigo. Pero con todo, si esta amistad es de antiguo, aparece entonces una verdadera obligación personal que se vuelve ineludible.

Creo entonces, que para superar esa ineludilidad, conviene marcar rasgos que, sin duda, todos acordarán por ser indiscutibles. El primero es la bondad. Hoy en día ese término en el lenguaje vulgar, tiene connotaciones no muy favorables. Pero si regresamos a las fuentes, puedo decir que Coco es un modelo de hombre bueno, naturalmente bueno.

Esta condición la usa sin reticencias de ningún tipo y con una amplitud y una naturalidad completas, en todas las actitudes de su
vida personal, familiar y pública.

Otro rasgo a destacar, es su capacidad, verdaderamente innata y básica para su trabajo pastoral, que es razón fundamental de su vida de todos los días. Puedo decir que difícilmente pueda ajustar un tornillo, pero sin duda será excelente su interpretación de un pasaje bíblico, o un intercambio de posibilidades sobre trabajos pastorales, etc.

Como tercer rasgo me atrevo a enumerar otra cualidad: su espíritu de disponibilidad. Podrá llegar recién de Neuquen, pero estará dispuesto a salir para Tucumán, o asistir aun plenario episcopal o a una asamblea diocesana, etc., cubriendo alguien que no llegó. Este rasgo le exige sacrificios, lo cual significa mayor disponibilidad.

Finalmente, para poner la pincelada final a este retrato hecho de palabras, debo destacar su capacidad mediadora. Esta capacidad podríamos llamarla balsámica, hace más necesaria su presencia en la dramática sociedad que vivimos, donde reina la irritación y la violencia.

Estas características, puedo suponer que no serán las únicas de mi amigo y creo que en nuestro mundo de hoy, hay muchos hermanos que también podrían compartir este retrato, pero esto no invalida el valor de su personalidad, sino que universaliza su persona, con la cual me honro en compartir trabajos comunes (Carlos Sabattè)

Agrega Lucy de Pascual

Me preguntan si quiero agregar algo al retrato de Coco, de su amigo Sabatté y seguramente yo tampoco podré agotar las cualidades y virtudes de nuestro amigo común, pero quiero destacar su preocupación y atención a su familia, que aunque alguna vez he oído reproches por sentirse en segundo lugar después de la Acción Católica, podemos constatar reiteradamente su profundo amor a su mujer, sus hijos y nietas.

También quiero destacar su inagotable paciencia y alegría, que lo hacen escuchar atentamente y cantar…. en todos los momentos que puede hacerlo.

Alegría, paciencia y buen humor, hacen fácil la convivencia y agradable el trabajo.

Lucy de Pascual