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24 de mayo | El Papa y la Acción Católica

Queridos Adultos:

Ya llegaron los 90 años de nuestra querida Acción Católica Argentina y hemos festejado en nuestras diócesis, parroquias y comunidades.

Continuando con la celebración, compartimos las orientaciones que los distintos Papas nos han regalado a través de documentos, cartas, mensajes, etc, a lo largo de estos 90 años.

Hoy les proponemos un ” lunes” diferente. En estos años de historia que tiene la ACA muchos hechos importantes han ocurrido tanto a nivel histórico como también dentro de la Iglesia. Por eso, este lunes 24 de mayo, compartiremos el mensaje del Papa Benedicto XVI ante la marcha organizada por la ACI por el 50° Aniversario del Concilio Vaticano II y el testimonio de dos miembros nuestros y la forma en que vivieron este hecho tan importante para la iglesia y para nosotros los laicos.

Para leer y rumiar….

Queridos hermanos y hermanas:

Buenas noches a todos ustedes. Gracias por venir y gracias a la Acción Católica Italiana, que organizó esta vigilia con velas.

Hace cincuenta años yo estuve aquí en la plaza, con la vista puesta en esta ventana , que erala habitación del buen Papa, el beato Papa Juan y desde aquí nos habló con palabras inolvidables, palabras llenas de poesía, palabras de bondad del corazón.

Nos quedamos muy contentos y llenos de entusiasmo. El gran concilio ecuménico fue inaugurado, estábamos seguros de que tenía que ser una nueva primavera de la Iglesia, un nuevo Pentecostés, una nueva presencia fuerte de la gracia liberadora del Evangelio.

Incluso hoy en día estamos contentos, nos regocijamos en nuestros corazones, pero yo diría que tal vez una alegría más sobria, una alegría humilde. En estos 50 años hemos aprendido y experimentado que el pecado original existe y siempre se traduce, de nuevo, en que los pecados personales también pueden convertirse en estructuras de pecado.

Hemos visto que en el campo del Señor hay siempre las malas hierbas. Hemos visto que en la red de Pedro también hay peces malos. Hemos visto que la fragilidad humana también está presente en la Iglesia, la Iglesia de que el barco está navegando con el viento, con las tormentas que amenazan la nave. Y a veces pensamos: “El Señor está dormido y hemos olvidado”. Esta es una parte de la experiencia adquirida en los últimos 50 años.

También tuvimos la nueva experiencia de la presencia del Señor, su bondad, su poder. El fuego del Espíritu Santo, el fuego de Cristo, no el fuego devorador y destructor, es un fuego tranquilo, es una pequeña llama de la bondad y la verdad, transformación, da luz y calor. Hemos visto que el Señor no se olvida de nosotros, aún hoy, de una manera humilde el Señor está presente y da calor a los corazones, nuestras vidas, crea dones de bondad y caridad que iluminan el mundo y para nosotros para garantizar la bondad de Dios.

Si Cristo está viviendo con nosotros y podemos ser felices hoy porque su bondad no se apaga, es fuerte hoy en día. Por último, me atrevo a hacer mías las palabras inolvidables del Papa Juan, “Vete a tu casa, dale un beso a los niños y   dile que ese beso es del Papa”.

Benedicto XVI, ante la marcha organizada por la ACI por el 50° Aniversario del Concilio Vaticano II.

Para rezar…

Que María Madre de la Iglesia nos ayude a descubrir la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas y renueve la faz de la Tierra…

 Para reflexionar

1) ¿Cómo estamos viviendo la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida en estos tiempos difíciles?  Sómos dóciles espiritualmente, para interpretar en el tiempo presente el seguimiento de Jesús en nuestro propio caminar y en comunidad?

2)” Hemos visto que el Señor no se olvida de nosotros “. Pensá un momento de tu vida donde realmente sentiste la presencia de Dios. ¿Cómo hacemos para compartirlo con el hermano necesitado?

Compartiendo el caminar…. y testimoniar

Como les anunciamos más arriba, hoy compartimos con Uds. dos testimonios de miembros muy queridos de la ACA, Beatriz y Omar, que nos contaran sus vivencias en aquellos días en que, siendo jóvenes, fueron testigos del Concilio Vaticano II y protagonistas laicales, del tiempo nuevo, del “aire fresco” de aquellos días.

Estas vivencias compartió Beatriz Buzzetti con nosotros:

Durante los años de Concilio y los inmediatamente posteriores yo integraba el por entonces, Consejo Superior de las Jóvenes de la Acción Católica y recuerdo claramente las vivencias de esos años providenciales. Ya desde el inicio, la convocatoria del papa Juan XXIII a un aggiornamento de la Iglesia, capaz de transmitir fielmente el Evangelio al mundo contemporáneo, buscando lo bueno de los tiempos nuevos, estableciendo un diálogo centrado más en lo que nos une que en lo que nos separa, nos hizo vivir ante el advenimiento de un nuevo Pentecostés.

Recuerdo que leíamos los artículos que se iban publicando en la Revista de Teología, en Criterio y ya cuando comenzaron a aprobarse los Documentos, leíamos y estudiábamos tratando de comprender su sentido más profundo y su transmisión a las orientaciones de la Acción Católica. En esta tarea, en el Consejo, contábamos con la colaboración del aporte de innumerables cursos y publicaciones. Recuerdo especialmente al P. Gera y al P. Tello que con gran generosidad se reunían con nosotras en sesiones de estudio.

De toda la inmensa riqueza del Concilio, creo que fue impactante descubrir a la Iglesia como Pueblo de Dios que peregrina en la tierra hacia casa del Padre. La realidad fundante del Bautismo por la cual todos somos llamados a formar parte de ese Pueblo, todos misioneros y todos responsables en la Iglesia, todos llamados a la santidad.

Tanto en la Lumen Gentium como en la Gaudium et Spes, descubrimos el papel de los laicos en la Iglesia y en el mundo y recibimos un fuerte impulso al compromiso y al deber de ser testigos del Señor.

Fueron sin duda años de gracia, de efusión del Espíritu que nos dejaron el legado de “encarnar” sus enseñanzas. Arduo camino al que estamos llamados. 

También Omar Candela nos contó como lo vivió desde su Córdoba natal :

Soy Omar José María Candela, de 84 años. Ingres{e a la ACA en 1950 en mi Parroquia . del Inmaculado Corazón de María, en Alta Córdoba de la ciudad de Córdoba.

El inicio del Concilio Vaticano II convocado por Juan XXIII, que comienza en octubre de 1962, me encuentra siendo presidente del Consejo Arquidiocesano de la JAC (Jóvenes varones) y termina el 8/12/1965 siendo Vicepresidente del Consejo Arq. de los Hombres de AC (HAC) de aquella +epoca y con 5 meses de casado.

Este acontecimiento eclesial de gran trascendencia era signo de un nuevo Pentecostés en la Iglesia, como expresara Juan XXIII. Nos fuimos interiorizando gracias a nuestros asesores, que semana a semana, nos fueron comunicando sobre su desarrollo teniéndolo como tema central de cada reunión; la fuente informativa la teníamos a través del periódico L’osservatore Romano en castellano, que llegaba semanalmente “con lujo” de detalles, sobre el tema tratado en cada sesión, las opiniones y los votos a favor o no en cada tema.

Toda esa riqueza la íbamos haciendo llegar a los grupos parroquiales en cada visita que le hacíamos como así también en encuentros periódicos de dirigentes. Los párrocos nos agradecían esa información y en su mayoría, ellos se sumaban gustosos a las reuniones con aportes siempre enriquecedores. Había un verdadero clima conciliar, de búsqueda y difusión de todas las novedades, especialmente sobre la liturgia de la Misa.

Otro momento muy importante fue la aparición por separado de cada Documento o Decreto aprobados, e impresos “tamaño de bolsillo” lo que permitía la lectura, comentario y difusión.  Los que significaron todo un desafío fueron, para nosotros los laicos, la Constitución sobre La Iglesia, su naturaleza y misión (Lumen Gentium y su cap. IV), el decreto sobre el “Apostolado de los laicos” (Apostolicam actuositatem) ya que revalorizaba el papel del laico en la Iglesia y la obra misionera;  y la constitución sobre “La Sagrada Liturgia”(Sacrosantum Concilium), el primero en ser aprobado y difundido (4/12/63) donde trata de la reforma litúrgica con todo lo que implicaba para una mayor y mejor participación del pueblo de Dios en las celebraciones. Hay que destacar que la AC en sus respectivas parroquias, cumplió un papel muy importante en la puesta en práctica de este decreto ya que asumió el compromiso de hacer la explicación y aplicación como guías en cada celebración Eucarística.

Lo mismo pasó con los Documentos Lumen Gentium (Luz de los pueblos) donde nos muestra el papel de la Iglesia y el Evangelio en la iluminación de las conciencias de todos los hombres; y Gaudium et Spes (Los gozos y Esperanzas) donde nos muestran el papel del laico inmerso en TODAS las realidades temporales para hacerlas más humanas y provechosas para el bien de TODOS los hombres.

No me canso de dar gracias a Dios por los sacerdotes en general y particularmente nuestros asesores que nos acompañaron e iluminaron en toda la riqueza del Concilio, asumiendo el compromiso como miembros vivos de la Iglesia en la difusión de las riquezas que esta Gran Asamblea era respuesta al soplo del Espíritu Santo. Llegamos “al hoy” donde se sigue insistiendo en la vivencia y permanente actualización del Concilio tal como nos lo exigen los tiempos modernos sin pérdida de la esencia de las motivaciones del Espíritu Santo.

Quiero mencionar también aspectos dolorosos que se vivieron ya que hubo situaciones en algunos que exageraban y/o desvirtuaban el magisterio conciliar queriendo ser más “progresistas” que el propio Concilio llegando a crear confusión en el Pueblo de Dios.