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4 de octubre | El Papa y la Acción Católica

Queridos Adultos: 

Continuando con la celebración de los 90 años de ACA y preparándonos para la Asamblea Federal, compartimos las orientaciones que los distintos Papas nos han regalado a través de documentos, cartas y mensajes, a lo largo de este tiempo.

Les proponemos entonces caminar, rumiar, testimoniar, rezar, celebrar para enriquecer nuestra misión.

Este lunes, día de San Francisco de Asís, compartimos las palabras con las que el Papa Francisco resalta la figura del santo y reflexiona sobre su obra en Laudato si´’ números 10, 11 y 12.

Para leer y rumiar

San Francisco de Asís 

No quiero desarrollar esta encíclica sin acudir a un modelo bello que puede motivarnos. Tomé su nombre como guía y como inspiración en el momento de mi elección como Obispo de Roma. “Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad”. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan  en  torno  a  la  ecología,  amado  también  por muchos que no son cristianos. “Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que  vivía  con  simplicidad  y  en  una  maravillosa  armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto  son  inseparables  la  preocupación  por  la  naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”.

 Su testimonio nos muestra también que una ecología integral requiere apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos conectan con la esencia de lo humano. Así como sucede cuando nos enamoramos de una persona, cada vez que él miraba el sol, la luna o los más pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su alabanza a las demás criaturas. “ Él entraba en comunicación con todo lo creado, y hasta predicaba a las flores  «invitándolas a alabar al Señor, como si gozaran del  don  de  la  razón ».  Su  reacción era mucho más que una valoración  intelectual o un cálculo económico, porque para él cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar todo lo que existe”. Su  discípulo  san  Buenaventura  decía  de  él  que,  « lleno de la mayor ternura al considerar el origen común de todas las cosas, daba a todas las criaturas,  por  más  despreciables  que  parecieran,  el  dulce  nombre  de  hermanas ».  Esta  convicción  no puede ser despreciada como un romanticismo irracional, porque tiene consecuencias en las opciones que determinan nuestro comportamiento. Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán  las  del dominador,  del consumidor  o  del  mero  explotador  de  recursos,  incapaz  de  poner  un  límite  a  sus  intereses  inmediatos.  En cambio, si nos sentimos íntimamente unidos a  todo  lo  que  existe,  la  sobriedad  y  el  cuidado  brotarán  de  modo  espontáneo.  “La  pobreza  y  la  austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente  exterior,”  sino  algo  más  radical:  una  renuncia  a  convertir  la  realidad  en  mero  objeto  de uso y de dominio.

 Por otra parte, “san Francisco, fiel a la Escritura,  nos  propone  reconocer  la  naturaleza  como  un  espléndido  libro  en  el  cual  Dios  nos  habla  y  nos refleja algo de su hermosura y de su bondad: « A través de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se conoce por analogía al autor » (Sb 13,5), y « su eterna potencia y divinidad se hacen visibles para la inteligencia a través de sus obras desde la creación del mundo » (Rm 1,20)”. Por eso, él pedía que  en  el  convento  siempre  se  dejara  una  parte  del huerto sin cultivar, para que crecieran las hierbas silvestres, de manera que quienes las admira-ran pudieran elevar su pensamiento a Dios, autor de tanta belleza. El mundo es algo más que un problema  a  resolver,  es  un  misterio  gozoso  que  contemplamos con jubilosa alabanza.

LS 10, 11, 12.

Para rezar…

Dios de amor,

muéstranos nuestro lugar en este mundo

como instrumentos de tu cariño

por todos los seres de esta tierra,

porque ninguno de ellos está olvidado ante ti.

Ilumina a los dueños del poder y del dinero

para que se guarden del pecado de la indiferencia,

amen el bien común, promuevan a los débiles,

y cuiden este mundo que habitamos.

Los pobres y la tierra están clamando:

Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,

para proteger toda vida,

para preparar un futuro mejor,

para que venga tu Reino

de justicia, de paz, de amor y de hermosura.

Alabado seas.

Amén

Para compartir en la vida del grupo

Repasemos  juntos las virtudes de San Francisco y cómo su ejemplo puede enriquecer nuestra vida de discípulos misioneros.   

 ¡Alabado sea Jesucristo!

Hasta el próximo lunes!