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8 DIC | Solemnidad de la Inmaculada Concepción. María preside nuestro camino

Se celebra el día de la Inmaculada Concepción de María, a partir de que el 8 de diciembre de 1854, en que el Papa Pío IX, promulgó un documento en el que estableció que el alma de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba adornada con la gracia santificante. La Virgen María fue “dotada por Dios con dones a la medida de su misión tan importante” (Lumen Gentium). El ángel Gabriel pudo saludar a María como “llena de gracia” porque ella estaba totalmente llena de la Gracia de Dios. Dios la bendijo con toda clase de bendiciones espirituales, más que a ninguna otra persona creada. Ella es “redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo”. (LG, n. 53)

La peregrinación llega ya a su destino, el  4 de diciembre se “queda” en la Arquidiócesis de La Plata desde donde nos acompañará hasta la Asamblea Federal.

Luego de haber recorrido las diócesis, nuestra Madre, dese allí,  estará atenta a los preparativos de este encuentro particular, que tendrá allí un punto de encuentro  pero se abrirá a ser vivida y celebrada en todo el país.

Cada parroquia con Acción Católica, en cada Iglesia particular será protagonista de este “recomenzar” a que nos invita el Papa en Fratelli tutti.

Esto le pediremos en especial a la Virgen en el día de la Inmaculada Concepción de María, a quien le encomendamos la vida y la misión de los grupos, a quien le confiamos a los pobres y a los enfermos, a quien le pedimos por nuestra humanidad atravesada por la pandemia y por tantas otras pandemias dolorosas.

A María la Madre Inmaculada le pedimos por las madres que lloran las partidas injustas de sus hijos, cercenada por la violencia inútil y a aquellas que los lloran por la enfermedad que irrumpió en sus vidas.

A María le pedimos por la paz en el mundo y en nuestra patria.

En el día de la Inmaculada decimos:

Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios. En la dramática situación actual, cargada de sufrimientos y angustias que atenazan al mundo entero, recurrimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.

Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia del coronavirus, y consuela a los que están desamparados y lloran a sus seres queridos muertos, enterrados a veces de una manera que hiere el alma. Sostén a los que están angustiados por las personas enfermas de las que, para evitar el contagio, no pueden estar cerca. Infunde confianza a los que están preocupados por el futuro incierto y las consecuencias para la economía y el trabajo.

Madre de Dios y Madre nuestra, implora por nosotros a Dios, Padre de misericordia, que termine esta dura prueba y vuelva un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, interviene con tu Hijo divino, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas y que abra sus corazones a la confianza.

Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario y a los voluntarios que en estos momentos de emergencia están en primera línea y ponen su vida en peligro para salvar otras vidas. Acompaña su esfuerzo heroico y dales fuerza, bondad y salud.

Está al lado de los que noche y día asisten a los enfermos y de los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.

Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia para que encuentren las soluciones justas para derrotar a este virus. Asiste a los dirigentes de las naciones para que trabajen con sabiduría, solicitud y generosidad para socorrer a los que carecen de lo necesario para vivir, programando soluciones sociales y económicas con visión de futuro y espíritu de solidaridad.

María Santísima, toca las conciencias para que las enormes sumas utilizadas para aumentar y perfeccionar los armamentos se destinen, en cambio, a promover estudios adecuados para evitar catástrofes similares en el futuro.

Madre amadísima, haz que crezca en el mundo el sentido de pertenencia a una gran familia, en la conciencia del vínculo que nos une a todos, para que con espíritu fraterno y solidario acudamos en ayuda de las tantas pobrezas y situaciones de miseria. Alienta la firmeza de la fe, la perseverancia en el servicio, la constancia en la oración.

Oh María, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados y haz que Dios intervenga con su mano omnipotente para librarnos de esta terrible epidemia, para que la vida pueda retomar su curso normal con serenidad. Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y esperanza.

Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María, guía los pasos de tus peregrinos que desean rezarte y amarte en los santuarios a ti dedicados en todo el mundo, bajo las más variadas advocaciones que recuerdan tu intercesión. Sé para cada uno una guía segura. Amén.

Basílica de San Pedro – Capilla Gregoriana
Sábado, 1 de mayo de 2021