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1 de mayo | Diálogo, respeto y servicio, puentes hacia la Esperanza

La celebración del Día del Trabajador nos encuentra en un mundo convulsionado. Por un lado, la pandemia que pareciera poco a poco ir disminuyendo, aunque suelan aparecer rebrotes de contagios y debamos seguir con precauciones y cuidados aún con restricciones que han ido descendiendo o desapareciendo. Por el otro, una nueva guerra fratricida que, junto a otras, deja miles de inocentes muertos, millones de migrantes, desplazados, familias destruidas y también grandes consecuencias en la economía.

Nuestro país no es ajeno a las consecuencias globales que impactan en la producción y en la vida cotidiana, en la coyuntura de una inflación que llega a niveles altísimos y sigue erosionando el bolsillo de los trabajadores y de los jubilados que ven menguar permanentemente su poder de compra, y de la extrema situación de nuestros hermanos y hermanas que se encuentran fuera del sistema formal de trabajo, aunque los índices de desempleo y pobreza hayan registrado leves mejoras no resultan suficientes y el empleo informal sigue creciendo.

Ante ello, es necesario que, mirando hacia adelante, construyamos un futuro sin los errores del pasado, buscando una mayor equidad distributiva, una nueva economía con rostro más humano, cuidadora de la casa común, fraterna y solidaria, a través del diálogo, respetando al otro, aunque piense diferente, tendiendo puentes.

Para salir adelante necesitaremos creatividad, honestidad, sensibilidad social, solidaridad y espíritu de servicio.

“En esta barca estamos todos”, se requieren soluciones comunes por encima de intereses particulares o partidarios. Debemos construir un futuro desde “una política de fraternidad, arraigada en la vida del pueblo… Una política que se desentiende de los pobres nunca podrá promover el bien común. Una política que se desentiende de las periferias nunca sabrá entender el centro y confundirá el futuro con un proyectarse a través de un espejo” (Francisco, Conferencia Internacional “Una política arraigada en el Pueblo”).

Frente a esta realidad, se hace urgente asegurar, como señala el Papa en Fratelli Tutti, que todos puedan desarrollar sus capacidades, sus iniciativas, sus fuerzas en un trabajo digno como el mejor camino para una existencia vivida con dignidad.

Confiamos a cada trabajador y su familia a San José Obrero y pedimos su intercesión en estos tiempos difíciles. Fieles a nuestra vocación de servicio reflejada a través de estos más de 90 años de vida institucional reiteramos el compromiso de “poner el hombro” para que nuestro país pueda salir de la situación actual y proyectar juntos una Argentina mejor para todos y cada uno de quienes la habitan. Que nuestra Madre de Luján, que siempre está atenta a las necesidades y la vida de sus hijas e hijos nos acompañe.

Sector Trabajadores de la Acción Católica Argentina