Pina Suriano

La beata Pina Suriano, nacida en Partinico, en la diócesis de Monreal, también amó a Jesús con un amor ardiente y fiel, hasta el punto de poder escribir con toda sinceridad: «No hago más que vivir de Jesús». Se dirigía a Jesús con corazón de esposa: «Jesús, hazme siempre tuya. Jesús, quiero vivir y morir contigo y para ti».

Adhirió siendo muchacha a la Juventud Femenina de la Acción Católica, de la que después fue dirigente parroquial, encontrando en la Asociación importantes estímulos de crecimiento humano y cultural en un clima intenso de amistad fraterna. Maduró poco a poco la sencilla y firme voluntad de entregar a Dios como ofrecimiento de su amor su joven vida, en particular por la santificación y perseverancia de los sacerdotes.

a la futura beata, de origen siciliano, para quien «dar todo significó vivir una espiritualidad hecha de oración y sacrificio».

«Las circunstancias le impidieron seguir su vocación» contemplativa a la que se sentía llamada, y eligió «consagrarse todos los días en el servicio a los pobres y a la asociación, viviendo su propia enfermedad como un ofrecimiento», añade la ACI.

Su infancia

Josefina Suriano nació el 18 de febrero de 1915 en Partinico, centro agrícola de la provincia italiana de Palermo, arquidiócesis de Monreale.

La llamaban con el diminutivo de “Pina”.

Era la primera hija de los jóvenes esposos José y Graciela Costantino, que vivían modestamente de la producción de la tierra. Fue la única hija mujer de tres hermanos.

El 6 de mayo de 1915 Pina fue bautizada en la entonces única iglesia parroquial de la “Santísima Virgen de la Anunciación” (o Annunziata)

A los dos años de edad, cuando por primera vez descubrió a Jesús crucificado, se vio que comprendía el significado de aquel símbolo. Su serenidad de espíritu la llevó a demostrar inclinación hacia las cosas simples de la vida, que giraban entorno al sentido religioso que tuvo desde entonces y que a lo largo de su vida ocupará el primer lugar entre sus intereses.

Fue a esta edad también que su padre partió para la guerra.

Viviendo en la gran casa de sus abuelos y rodeada del afecto de sus parientes, Pina, que era la primera nieta, recibió de todos ellos la primera educación moral y religiosa que, desde los cuatro años, fue confiada a las Hermanas “Collegine de San Antonio”.

En 1921, a los seis años, comenzó la instrucción primaria en la escuela municipal de Partinico. Durante cinco años fue su maestra la Srta. Margarita Drago, primera admiradora de sus virtudes. Pina tenía un gran amor por la escuela y todas las materias le interesaban y la llenaban de alegría.

Pina era de índole dócil y sumisa y particularmente sensible al espíritu religioso que reinaba en su familia, a pesar de que debió soportar la incomprensión de su mamá frente a una apasionada entrega por Jesús y la Iglesia.

Pina y la Acción Católica

En 1922 recibió los sacramentos de la penitencia, primera comunión y confirmación. En el mismo año ingresó en la Acción Católica siendo primero “benjamina”, después aspirante y finalmente joven de la Acción Católica.

A los doce años Pina empezó a participar con profundo espíritu eclesial en la vida parroquial y diocesana, tomando parte activa en todas las iniciativas de la Institución, sobre todo en las que se dirigían a afrontar los problemas locales.

Hizo suyo modularmente el lema de “Promover la restauración del Reino de Cristo” en una sociedad alejada de Jesús.

El centro de sus actividades fue la parroquia, donde con total disponibilidad cooperaba con el párroco, Don Antonio Cataldo, que fue a la vez su director espiritual y confesor por varios años.

A partir de 1937, cuando se erigió la nueva parroquia de la “Santísima Virgen María del Rosario” a la que perteneció entonces la casa de Pina, Don Andrés Soresi, nombrado párroco, se convirtió en su director espiritual y confesor.

En 1938 Pina fue designada delegada de las sesiones menores: angelitos, pequeñísimos, benjaminas y aspirantes.

De 1939 a 1948 fue secretaria de la A.C. y de 1945 a 1948, si bien era parte del grupo de las mujeres, fue nombrada presidenta de las jóvenes por pedido de las mismas.

En 1948 fundó la Asociación de las Hijas de María y fue su presidenta hasta la muerte.

La participación de Pina en la A.C. fue algo que hay que tener presente, puesto que los intereses que ella cultivó y las aspiraciones y los actos religiosos de su vida surgieron precisamente de su compenetración con el hecho de ser miembro de la AC.

Se ocupaba de la formación de las benjamines y aspirantes. Daba catequesis, animaba la liturgia ya que tocaba el órgano, administraba los fondos de la Acción Católica parroquial y se encargaba de la biblioteca.

Tenía un gran entusiasmo apostólico, prudencia evangélica, capacidad para relacionarse, era amable y tenía capacidad de persuasión. Decían de ella que tenía una bondad sin límites y su sonrisa era parte de su apostolado, así como el sentido de la amistad.

Esto explica cómo ella, con el transcurrir de los años, se transformará en una experta de la vida y del mensaje de Jesús, de la misión de la Iglesia y de la vocación de los hombres a la santidad.

Pina sostenía que la premisa indispensable de todo apostolado, era la santidad personal.

Puso como fundamento de su apostolado la oración, el sacrificio, la misa, la comunión y la meditación cotidiana, el estudio de la palabra de Dios y la adhesión al magisterio de la Iglesia.

La vida en la Acción Católica nutrió todo su ser y la llevó a desarrollar una intensa caridad, una formación sólida, un apostolado fecundo. Solía adorar al Santísimo en la Iglesia y en su casa, ofreciéndose por la conversión de los pecadores.

Merece una consideración especial la relación de Pina con su familia ya que si bien ella se comportó siempre como hija perfecta en los servicios que le confiaban y en la sumisión a sus padres, debió enfrentarse con la cerrazón de su madre respecto de las prácticas religiosas. En efecto, Doña Graciela no quería que Pina transcurriera tanto tiempo en la iglesia, porque veía desvanecer los propósitos matrimoniales que soñaba para ella.

Pina y su opción por la castidad consagrada

El voto de castidad que hizo Pina el 29 de abril de 1932 en la capilla de las Hijas de la Misericordia y de la Cruz, que era la sede social de la juventud femenina de la A.C., demuestra que su compromiso religioso surgía de una opción de vida. Las palabras que pronunció y escribió en su diario aquel día son las siguientes:

“En este día solemne, Jesús mío, yo quiero unirme más a Tí y prometo ser cada vez más pura y más casta para ser una azucena digna de tu jardín”.

 Con el permiso de su director espiritual, Pina renovaba todos los meses este voto y, fiel al mismo, rechazaba las distintas propuestas de matrimonio que más de un joven le dirigían, conquistado por su gracia y su belleza.

Intentó varias veces entrar en la vida religiosa, pero se encontró con dificultades insuperables. Y mientras rezaba esperando obtener la bendición de sus padres para entrar en la vida religiosa, seguía participando con espíritu eclesial en la vida de la parroquia y de la diócesis, como socia y responsable de la A.C. y como presidenta de la Pía Unión de las Hijas de María.

Viendo que no podía ingresar en la vida religiosa, Pina quiso dar al Señor la última prueba de su inmenso amor y el 30 de mayo de 1948, junto con otras tres compañeras, se ofreció por la santidad de los sacerdotes.

En septiembre de 1948 y antes que se manifestara su enfermedad, Pina tuvo la grandísima alegría de participar en una peregrinación a Roma, con ocasión del XXX aniversario de la Juventud Femenina de la A.C.

En este tiempo se enfermó de una forma de artritis reumática tan fuerte que le dejaría un defecto cardíaco que luego la llevará a la muerte.

Murió improvisamente de un infarto el 19 de mayo de 1950. La participación masiva en la capilla ardiente y en su funeral fue la prueba de que la opinión común sostenía que había muerto una santa.

Al día siguiente los restos mortales de Pina recibieron sepultura en la tumba de familia en el cementerio municipal de Partinico. El 18 de mayo de 1969 se realizó el traslado del cuerpo desde el cementerio municipal a la iglesia parroquial del Sagrado Corazón, en Partinico.

Su servicio a Dios y a la Iglesia «con fervor y asiduidad» como laica, su particular empeño en la formación de niñas y jóvenes en AC y su ofrecimiento como víctima para la santificación de los sacerdotes fueron los rasgos que recalcó el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal José Martins, cuando el pasado 22 de junio leyó ante el Papa el decreto que abrió las puertas a la beatificación de Pina.



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