Nacida en 1347 Catalina fue una joven mujer “revolucionaria” para su tiempo. Era la menor una familia numerosa y se pensó para ella en un buen partido para su casamiento.
Catalina sin embargo tenía otros planes ya que deseaba consagrar su vida al Señor, lo que trajo muchos conflictos en su familia.
Así fue que después de varios intentos por convérsela sus padres la dejaron ingresar en la Tercera orden de Santo Domingo, como laica consagrada.
Su inteligencia, prudencia y servicio la constituyó una mediadora invalorable en las cuestiones aún más difíciles de la Iglesia, a pesar de que como la mayoría de las mujeres de su época era analfabeta. Esta situación no le impidió dictar un libro lleno de experiencias místicas.
La Acción Católica nos invita especialmente a mirar en esta joven mujer su actitud de servicio filial a la Iglesia y su vocación a la comunión eclesial construida sobre su aporte sereno, reflexivo y mediador.
Santa Catalina junto con Teresa de Jesús y Santa Teresita son las únicas mujeres que son doctoras de la Iglesia.