+54 11 4331 6323 secretaria@accioncatolica.org.ar

Dios está y siempre viene para hacer camino con nosotros. Seamos pesebres para todos

¡Alabado sea Jesucristo que nace!

A las puertas de la Navidad, nuestro corazón y nuestros pasos se dirigen a Belén, donde María acuna al Niño recién nacido junto a su esposo José, a los humildes del pueblo y a la creación que los cobija en una noche difícil para los peregrinos sin lugar y, a la vez, la noche más buena de la historia.

Jesús, el salvador hecho hombre, nos viene una vez más a anunciar la Buena Noticia y la liberación, la gracia, la paz y la esperanza, aún en medio de la incertidumbre y la dificultad.  También viene para celebrar con nosotros el don de la vida, sus alegrías y sus sueños, la amistad, la familia, la comunidad, de la que surge nuestra acción de gracias.

Dios está y siempre viene para hacer camino con nosotros, encarnado en lo concreto de nuestra propia hora y así, abrirnos al horizonte de tiempos nuevos. Recibámoslo en cada uno de nosotros ¡hagamos fiesta!, testimoniemos su presencia en los ambientes donde estamos presentes.

Que cada comunidad con Acción Católica sea pesebre para “todos, todos, todos”, que nuestro compromiso sea abrir las puertas y salir a misericordear a todos los buscan un lugar donde sentirse queridos y respetados, bendecidos, acompañados en sus luchas, contenidos en sus tristezas y celebrados en sus alegrías.

Que la Acción Católica presente en cada diócesis sea luz de fraternidad y artífice de comunión misionera. Que alentemos la parresia y el coraje sin dejar de vencernos por el desánimo y ese gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia, que puede desgastar la fe. Que como laicos y laicas creyentes testimoniemos y obremos en el mundo la capacidad transformadora del Evangelio que, desde Belén, nos inspira a caminar en la esperanza activa y creadora.

Feliz y Santa Navidad, sobre todo en este año en que, en sus vísperas, hemos recibido la gracia de la beatificación del Cardenal Eduardo Francisco Pironio, pastor, asesor, hermano y amigo, profeta de la esperanza, testigo de la cruz y de la alegría que, juntos a tantos amigos y amigas-santos de la puerta de al lado-celebran con nosotros en la Comunión de los Santos la llegada del Dios que vino, viene y vendrá.

Tengamos en nuestro corazón en esta noche el deseo de bien para todos, la disposición al perdón y un abrazo en la acción posible y en la oración intensa por los hermanos y hermanas, que sufren el dolor, la guerra, la desesperanza. ¡Bendecida Navidad para todos!

Señora de la Nochebuena,

Señora del Silencio y de la Espera;

esta noche nos darás otra vez al Niño.

Velaremos contigo hasta que nazca:

en la pobreza plena,

en la oración profunda,

en el deseo ardiente.

Cuando los ángeles canten

«Gloria a Dios en lo más alto de los cielos

y paz sobre la tierra

a los hombres amados por él»,

se habrá prendido

una luz nueva en nuestras almas,

habrá prendido una paz inmutable

en nuestros corazones,

y se habrá pintado

una alegría contagiosa en nuestros rostros.

Y nos volveremos a casa en silencio:

iluminando las tinieblas de la noche,

pacificando la nerviosidad de los hombres

y alegrando las tristezas de las cosas.

Después en casa

celebraremos la Fiesta de la Familia.

Alrededor de la mesa, sencilla y cordial

nos sentaremos los chicos y los grandes:

rezaremos para agradecer,

conversaremos para recordar,

cantaremos para comunicar

comeremos el pan y las almendras que nos unen.

Afuera, el mundo seguirá tal como lo mismo.

Tinieblas que apenas quiebran

la palidez de las estrellas.

Angustias que apenas cubren

el silencio vacío de la noche.

Tristezas que apenas disimulan

la lejana melodía de las serenatas.

En algún pueblo no habrá Nochebuena

porque están en guerra.

En algún hogar no habrá Nochebuena

porque están divididos.

En algún corazón no habrá Nochebuena

porque está en pecado

Señora de la Nochebuena

Madre de la Luz, Reina de la Paz

Causa de nuestra alegría,

que en mi corazón nazca

esta noche otra vez Jesús.

Pero para todos:

para mi casa,

para mi pueblo,

para mi patria,

para el mundo entero.

Y sobre todo,

fundamentalmente,

que nazca otra vez Jesús

para gloria del Padre. Amén.

Beato Cardenal Eduardo Francisco Pironio